miércoles, 8 de febrero de 2017

Efectos de una misma causa

Vicente Los Arcos Ayape 

Suele hablarse de causa-efecto, pero pocas veces se analizan las situaciones en sentido inverso; vale decir, efecto-causa.
He aquí algunos efectos:
Amenazas
Ausencia de libertad
Chantajes
Confinaciones
Confiscaciones
Control de medios
Corrupción
Delación
Depauperación
Economía ruinosa
Elecciones controladas o inexistentes
Emprendimiento coartado
Escarnio
Exclusión
Expropiaciones
Falsos positivos
Hegemonía
Homicidios planificados
Impunidad
Masacre
Mendacidad como norma
Palizas
Policía política
Presos políticos
Prevaricación
Sectarismo
Secuestros
Sindicatos controlados
Tortura
Tribunales sumisos
Usurpación
Violación de intimidad
Violación de Leyes


Son efectos anotados “al rompe”, según venían al escribirlos, pasados luego por el alfabetizador de la computadora. Es seguro que se podrán añadir otros más, pero todos ellos tienen una misma connotación negativa y una misma causa: comunismo.
Solamente un régimen político como el comunismo, desde Lenin hasta Maduro Moros, es capaz de acumular tanta negatividad sin que sus nomenclaturas pestañeen.
La última muestra es la última jugada que el comunismo internacional (no excluir aquí a Vladimir Putin) pretende con el servilismo del 80% del Consejo Nacional Electoral (CNE) y el rastacuerismo del tribunal supremo de justicia (TSJ), exhibido sin pudor en el acto de inicio del llamado “inicio del año judicial”.
Llamar el CNE a una “legalización de los partidos políticos” solo se puede hacer desde la impunidad que gozan cuatro “señoras” que se molestan porque se les entrecomille y exigen respeto a un proceso recién experimentado por el comunismo en Nicaragua, con aspiraciones a imponerlo en Venezuela.
El Comunismo Nacional Electoral ya ha dado el primer paso “legal” para que, con unas exigencias de “legalización de partidos”, en Venezuela nunca más se celebren elecciones libres, a menos que… el elector simple, quien es el primer interesado en rescatar unos niveles mínimos de democracia, para elevarlos luego, se agrupe ordenadamente y, ¿por qué no?, también críticamente, alrededor de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), guste o no, la única plataforma viable para encarar a una plataforma del comunismo tan inmoral y reacio a la corrección, como cruel e incompetente.
Claro; lo que se necesita también es que la MUD, sus componentes y, sobre todo los ciudadanos de a pie que quieren votar asuman y declaren públicamente, reconociéndose entre ellos, que tienen que encarar a un proyecto del comunismo que, para comenzar, es más débil que el Muro de Berlín, el régimen de Erich Honecker y los hijos de la gran Stasi que asesoran al tío de los sobrinos.

Todos los efectos que se mencionaron anteriormente no pueden tener sino una causa común posible y ninguna otra: el comunismo. El ciudadano común lo sabe o lo percibe, pero los partidos políticos muy raramente se comportan en consecuencia.