martes, 8 de diciembre de 2009

Cuba sin paradigmas

por Carlos Alberto Montaner


Cada vez que los horrores del castrismo embarcaban rumbo al extranjero a un ciudadano instruido, educado, formado en la cosmovisión y en los valores de las clases medias y de la burguesía, se dilapidaba insensiblemente una parte importante del capital humano de Cuba. Cada cubano sacramentado por la formación técnica y habituado a las complejidades de la vida urbana y a la «sofisticación» del siglo XX que era expulsado o marginado, ha sido una terrible pérdida para todo el país.

Costó siglos de sufrimientos y luchas darle a la sociedad cubana una tenue, pero creciente, capa de ciudadanos –habitantes de las ciudades– asimilables a los de los pueblos líderes del planeta. Mas con la mayor irresponsabilidad el castrismo ha ido borrando esos estratos sociales, retardando el surgimiento de élites de vanguardia en cualquier campo de la actividad ciudadana.

¿Cómo se repone esta caudalosa humanidad destruida por el castrismo? ¿Cómo se restituye a esa sociedad el desaparecido producto de muchas décadas, de siglos de lenta decantación cultural? La primera observación que en estos tiempos hace todo viajero que recorre la Isla –y los actos de repudio son un ejemplo de ello—, tiene que ver con el evidente encanallamiento y vulgaridad de esa sociedad. A lo largo de toda la república se pudo ver una sostenida evolución de los valores burgueses y de las clases medias –únicos que al fin y al cabo han probado a lo largo de la historia ser capaces de crear una atmósfera social confortable–, pero desde 1959 el país se ha ido deslizando hacia la más rampante incivilidad. ¿Por qué? Porque el castrismo ha disuelto, ha eliminado la capa ciudadana que servía de modelo vital al resto de la nación.

El castrismo arrancó de raíz el tejido social que lentamente adiestraba y transformaba a la población menos educada e instruida del país en los usos, costumbres y creencias de los niveles sociales más civilizados, propiciando un fluido proceso de migración social de estimable eficiencia. Es probable que en 1959 ese estrato social medio y burgués alcanzara a una tercera parte de la población, y haberlo constituido era la mayor hazaña social del país. Castro y sus incompetentes secuaces lo han destruido sin reparar en el daño terrible que le infligían a la nación cubana, al eliminarle su grupo paradigmático.


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