jueves, 23 de febrero de 2012

Soy el otro, el del espejo

Pocho Garcés @
Los espejos son, para mi, la representación máxima de la fantasía en manos del hombre, son una mofa del mágico reflejo en el agua. Los espejos son misteriosos, si nos ponemos profundos, esotéricos o simplemente volvemos a la infancia, terminamos creyendo que hay algo más detrás de lo que vemos.

La naturaleza lo sabe, los espejos nos engañan. Si intentamos traspasar y llegar al otro lado, el espejo mismo -ese que esta hecho por el hombre- nos detiene, nos coloca barreras. Pero si hablamos del espejo que se nos dió de manera natural (el agua) nos da la bienvenida. Cuando tocamos el liquido donde se ha reflejado el cielo -por ejemplo- nuestro dedo se asoma, no hay barreras, entramos a otro mundo, seguramente no nos damos cuenta que ese reflejo es la fachada de algo, es el portal de entrada, es el umbral abierto hacia otra realidad, una paralela a la nuestra. Podría ser el mundo de Van Gogh jugando con azules intensos e impresionantes amarillos que iluminan las aguas (porque hace espejo). Quien sabe, pues podría ser una fantasía de Kurosawa. Puede que sea el pasadizo a un lugar hermoso con peces de colores y divertidas plantas que parecieran danzar al ritmo de las corrientes. Pero pudiera ser el espacio que nos vea morir en segundos. Podría calmar nuestra sed o tendernos en la red de depredadores voraces. Así es la naturaleza. Así pueden ser los espejos.

El día que me encontré con un espejo, creí haberme topado conmigo. Me miré en el y no reconocí lo que vi de mi. Hice de payaso, mostré mi dentadura, vi de cerca mis cejas, me acerqué y alejé, desaparecí abruptamente y jugué al mimo, practiqué ser EL TIPO, me ofrecí entero y tal como soy, me quité la franela y los anteojos, desnudé mi piel, lavé mi cara, cambié de peinado, ensayé los ojos bien abiertos y también los almendrados, imagine posiciones en el sexo, dibujé palomas de Picasso, lo empañé y con mi dedo hice un corazón, lo fleché, lo rompí por la mitad, lo suturé, lo borré. Volví a empañarlo con mi aliento y redibujé el corazón entero. Me vi en el espejo una vez más y lo decidí, intenté pasar al otro lado y ese Yo me puso una barrera. No me dejó pasar ni a mi mismo. No pude entrar al espejo, "de mi sólo lo que ves" dijo. Yo quiero ser como él, dije.

El espejo esconde un secreto, todo un misterio, y tiene que ver con lo que somos. YO SOY EL OTRO, el del espejo, el que decidió abrirse entero a dar lo que lleva por dentro (aunque me controlo), a amar sin pretender mayores cosas (de hecho dejé de pretender, paré la ansiedad), el que camina por la cuerda floja de ida y vuelta, el mismo que ha roto todos los códigos de ética de las relaciones, el que sabe que no volverás (aunque lo pida a gritos), el que decidió exponerse al mundo como un ejercicio para controlar su timidez, el que ha estado viviendo entre la realidad y la fantasía de un amor eterno, el que cae y vuelve a levantarse (como todos, digo), el blasfemo, el de los pasos torpes, ese que necesita que lo abracen para calmar su vacío, el que se atreve a decir "quédate", el que miente, el que queda abrazado a una duda, el mismo que desviste y descalza, el que anda en busca del descontrol, el que ha sido un maestro en manejar sus emociones, el que ahora está reprobando esa materia, el que no sabe cuan equivocado ha vivido, el que esta dispuesto a revivir, el que ha perdido todo y ha ganado una vida, el que hoy celebra la felicidad ajena, el que suplica equivocarse al intuir su destino, el mismo de los ojos de color cambiante, el niño que necesita le tomen de la mano, el adulto que guía, que protege, el niño Jesús de los cuchillos, el de la mirada esquiva, el de la nutella, el que se detuvo un momento para imaginar su futuro con una casa de vidrio, adoquines y madera junto a una Colina, debajo de un cují y tuvo que seguir su camino quitándose y poniéndose el bombín, el que sabe que donde sea que se esté el cielo siempre será el mismo, el que -por eso- va recogiendo madrugadas con cielos estrellados y guardando las lunas llenas en la despensa para que le den luz. El de los pies suaves, el de las manos que aparecen en los sueños. El del corazón bondadoso, el mismo a quien espero que la felicidad conserve -por siempre- su sonrisa.

Yo soy el otro, basta con tocar el espejo para sentirlo...

Siempre me quedó en la mente ese conjunto de frases de Sabina que dicen:
"déjame solo conmigo, con el intimo enemigo que malvive de pensión en mi corazón, el receloso, el fugitivo, el más oscuro de los dos, el pariente pobre de la duda, el que nunca se desnuda si no me desnudo yo, el caprichoso, el orgulloso, el otro, el cómplice, el traidor.
A ti te estoy hablando, a ti que nunca sigues mis consejos,
a ti te estoy gritando, a ti que estás metido en mi pellejo,
a ti que estás llorando ahí, al otro lado del espejo,
a ti que no te debo mas que el empujón que -anoche- me llevó a escribir esta canción"

OBRA: Noche estrellada sobre el Ródano, Vincent Van Gogh

pochogarces
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