La "revolución" de los muertos vivientes dirigidos por Alejandro Brugués, de 35 años, llegó la semana pasada a las pantallas de La Habana con el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano, donde compite por el premio Coral al mejor largometraje de ficción.
La de Brugués es una película con elementos propios del género (acción, sangre, cuerpos descompuestos...) pero con guión "a la cubana": ante la invasión zombi el protagonista se las ingenia para "resolver" y monta un negocio con el lema "Juan de los muertos. Matamos a sus seres queridos".
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Junto a su hija, su mejor amigo, el hijo de este, un travesti y un forzudo que se desmaya ante la visión de la sangre, Juan (Alexis Díaz de Villegas) se enfrenta a los zombies ávidos de carne humana en una loca aventura donde salen a relucir temas netamente cubanos como el exilio, la separación de las familias y la falta de expectativas de los jóvenes.
La política no escapa a la sátira porque los muertos vivientes son presentados por la televisión oficial del régimen como "grupúsculos de disidentes al servicio del gobierno de Estados Unidos".
Juan de los muertos se burla hasta de la sanidad, una de las banderas de la revolución cubana: cuando un anciano vecino del protagonista se transforma en muerto viviente su mujer lo atribuye "a las medicinas vencidas [caducadas] que dan en el policlínico".
Brugués lleva su humor a escenarios emblemáticos de La Habana como el Malecón, donde se produce una estampida de muertos vivientes al lado de la Sección de Intereses de Estados Unidos, o la Plaza de la Revolución que queda sembrada de cabezas segadas por un religioso yanqui, de "viaje religioso" en la isla.
Poco acostumbrado a efectos especiales en películas cubanas, el público habanero celebra con aplausos escenas como la destrucción de la cúpula del Capitolio tras el choque de un helicóptero, o el derrumbe del Focsa, uno de los edificios más altos de la ciudad, justo cuando a los protagonistas les molestaba para ver el atardecer desde una azotea.
Lo políticamente atrevido de las bromas y gags de Juan de los muertos sorprende a algunos y a otros no tanto. Para Sergio, estudiante de informática de 24 años, "últimamente este tipo de cosas no se restringe tanto y está habiendo un momento más abierto", algo en lo que coinciden sus compañeros de butaca que afirman haberse reído mucho con el filme.
En La Habana se esperaba con expectación, sobre todo entre el público joven, el estreno de este filme, como quedó demostrado la noche del estreno, el pasado martes, donde se organizó un tercer pase que no estaba programado para dar cabida a la multitud que abarrotó los alrededores del cine.
Juan de los muertos es una coproducción entre Cuba (Producciones de la 5ta Avenida) y España (La Zanfoña) que en los últimos meses se ha visto en festivales como Sitges, Toronto (Canadá) y Leeds (Gran Bretaña), donde obtuvo el premio del público.
También se ha exhibido en el Festival de Mar del Plata, Argentina; los Festival Chicago y Fantastic Fest en Estados Unidos.
Es el segundo filme de Alejandro Brugués, su director, que se confiesa un apasionado del género zombi, del gran cine de entretenimiento de finales de los setenta y del cineasta norteamericano Steven Spielberg.
Haber hecho esta película ha sido la combinación perfecta de "hacer realidad un sueño de la infancia y hablar sobre cómo somos los cubanos y sobre nuestra realidad", dice Brugués, cubano aunque nacido en Buenos Aires.
Además de Alexis Díaz, que da vida al protagonista, integran el reparto los cubanos Jorge Molina, Andros Perugorría (hijo del actor Jorge Perugorría), Jazz Vila, Eliecer Ramírez y la española Andrea Duro.
Los trailers y fotos del filme han circulado el último año desde su filmación, creando gran expectativa mucho antes de su estreno.
Yasumari Alvarez, una empleada del instituto de cine cubano que no estuvo involucrada con la producción, dijo que le atrajo la novedad de una producción local — aunque con financiamiento español — que usa efectos generados por computadora para transformar la capital cubana. Aun en una ciudad en la que muchos edificios ya están desmoronándose, el Apocalipsis de los zombis no mejora el panorama.
"Es la primera película cubana que tiene efectos especiales. Sale La Habana destruida con los zombis en las calles", dijo Alvarez.
Aunque el desacuerdo político abierto no es tolerado por el régimen comunista cubano, artistas e intelectuales siempre han disfrutado de más libertad, especialmente cuando las púas están envueltas de humor. El implacable sarcasmo de "Juan de los Muertos" se exhibe desde la primera toma, que lo muestra bañado por el sol, recostado sobre una balsa de pescar en el famoso Malecón de La Habana.
Su compinche, Lázaro, surge de las aguas y le pregunta si alguna vez pensó probar el peligroso viaje a Miami. No, responde Juan, porque entonces tendría que trabajar.
De pronto la película salta a la acción cuando un zombi pútrido surge entre las olas y Lázaro lo liquida de un arponazo en el ojo.
"Esto queda entre nosotros", acuerdan los amigos.
Mientras los ataques de los zombies continúan, el gobierno sigue insistiendo en el noticiero de la noche que no se trata de cadáveres reanimados sino de agitadores disidentes en complot con el "imperio". Gente desesperada se aleja remando del Malecón en botes destartalados en una clara referencia a la crisis de los balseros cubanos.
Cuando Juan, con una figura delgada similar a la de Don Quijote, y Lázaro, robusto al estilo de Sancho Panza, se reúnen con los vecinos en el techo de su casa para enseñarles técnicas de defensa personal, Juan dice que no es nada con lo que ellos no sepan lidiar ya.
Sólo que "esta vez el enemigo no son los yanquis, es un enemigo real y está entre nosotros", dice Juan.
Juntos forman un equipo de zombis demoledores con un plan de negocios: cobrarle a residentes de La Habana para "matar a sus seres queridos". A veces, en confusos tumultos, los clientes no salen mejor parados que los zombis.
Y hasta que un presentador de noticias desaparece en un reguero de sangre durante una transmisión en vivo, las autoridades continúan insistiendo en que es un ardid yanqui y que todo está bajo control.
Para entonces ya no quedan clientes y está claro que no hay más nada que hacer que escabullirse. Juan, junto con su hija media española, Lázaro y el hijo de éste, California, crean un plan para escapar de la ciudad, un homenaje a la famosa capacidad de los cubanos de "inventar" una solución improvisada a cualquier problema.
Brugués insistió en que su película no es política, pese a que sus púas cortantes se burlan de la jerga oficial habitual en los medios controlados por el estado.
"La política es demasiado más grande que yo. La política se me va muy por encima de mi cabeza", afirmó.
Estos zombies no son de la película, pero sí son cubanos
Zombis que simulaban sacerdotes, payasos, borrachos, médicos y paisanos comunes vagaron por las calles del centro del pueblo asustando con gritos y salpicaduras de “sangre” a una multitud de curiosos, tras bajar de un autobús de la Escuela Internacional de Cine de Cuba (EICTV).
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