Este es un fragmento de la película "Su Excelencia" y es el discurso completo de Cantinflas - haciendo el papel de embajador de una pequeña república- ante la Asamblea Internacional, que es como decir la Organización de las Naciones Unidas (con el cual estamos totalmente de acuerdo):
Discurso completo
Cantinflas en "Su Excelencia", México, 1967
Me ha tocado en suerte ser último orador, cosa que me alegra mucho porque,
como quien dice, así me los agarro cansados. Sin embargo, sé que
a pesar de la insignificancia de mi país que no tiene poderío
militar, ni político, ni económico, ni mucho menos atómico,
todos ustedes esperan con interés mis palabras ya que de mi voto depende
el triunfo de los Verdes o de los Colorados.
Señores Representantes: estamos pasando un momento crucial en que la
humanidad se enfrenta a la misma humanidad. Estamos viviendo un momento histórico
en que el hombre científica e intelectualmente es un gigante, pero moralmente
es un pigmeo.
La opinión mundial está tan profundamente dividida
en dos bandos aparentemente irreconciliables, que dado el singular caso, que
queda en solo un voto. El voto de un país débil y pequeño
pueda hacer que la balanza se cargue de un lado o se cargue de otro lado. Estamos,
como quien dice, ante una gran báscula: por un platillo ocupado por los
Verdes y con otro platillo ocupado por los Colorados. Y ahora llego yo, que
soy de peso pluma como quien dice, y según donde yo me coloque, de ese
lado seguirá la balanza. ¡Háganme el favor!...
¿No
creen ustedes que es mucha responsabilidad para un solo ciudadano? No considero
justo que la mitad de la humanidad, sea la que fuere, quede condenada a vivir
bajo un régimen político y económico que no es de su agrado,
solamente porque un frívolo embajador haya votado, o lo hayan hecho votar,
en un sentido o en otro.
El que les habla, su amigo... yo... no votaré por ninguno de los dos
bandos (voces de protesta). Y yo no votaré por ninguno de los dos bandos
debido a tres razones: primera, porque, repito que no sería justo que
el solo voto de un representante, que a lo mejor está enfermo del hígado,
decidiera el destino de cien naciones; segunda, estoy convencido de que los
procedimientos, repito, recalco, los procedimientos de los Colorados son desastrosos
(voces de protesta de parte de los Colorados); ¡y Tercera!... porque los
procedimientos de los Verdes tampoco son de lo más bondadoso que digamos
(ahora protestan los Verdes). Y si no se callan ya yo no sigo, y se van a quedar
con la sensación de saber lo que tenía que decirles.
Insisto que hablo de procedimientos y no de ideas ni de doctrinas. Para mí
todas las ideas son respetables, aunque sean “ideítas” o
“ideotas”, aunque no esté de acuerdo con ellas. Lo que piense
ese señor, o ese otro señor, o ese señor (señala),
o ese de allá de bigotico que no piensa nada porque ya se nos durmió,
eso no impide que todos nosotros seamos muy buenos amigos.
Todos creemos que
nuestra manera de ser, nuestra manera de vivir, nuestra manera de pensar y hasta
nuestro modito de andar son los mejores; y el chaleco se lo tratamos de imponérselo
a los demás y si no lo aceptan decimos que son unos tales y unos cuales
y al ratito andamos a la greña. ¿Ustedes creen que eso está
bien? Tan fácil que sería la existencia si tan sólo respetásemos
el modo de vivir de cada quién. Hace cien años ya lo dijo una
de las figuras más humildes pero más grandes de nuestro continente:
“El respeto al derecho ajeno es la paz” (aplausos). Así me
gusta... no que me aplaudan, pero sí que reconozcan la sinceridad de
mis palabras.
Yo estoy de acuerdo con todo lo que dijo el representante de Salchichonia (alusión
a Alemania) con humildad, con humildad de albañiles no agremiados debemos
de luchar por derribar la barda que nos separa, la barda de la incomprensión,
la barda de la mutua desconfianza, la barda del odio, el día que lo logremos
podemos decir que nos volamos la barda (risas). Pero no la barda de las ideas,
¡eso no!, ¡nunca!, el día que pensemos igual y actuemos igual
dejaremos de ser hombres para convertirnos en máquinas, en autómatas.
Este es el grave error de los Colorados, el querer imponer por la fuerza sus
ideas y su sistema político y económico, hablan de libertades
humanas, pero yo les pregunto: ¿existen esas libertades en sus propios
países? Dicen defender los Derechos del Proletariado pero sus propios
obreros no tienen siquiera el derecho elemental de la huelga, hablan de la cultura
universal al alcance de las masas pero encarcelan a sus escritores porque se
atreven a decir la verdad, hablan de la libre determinación de los pueblos
y sin embargo hace años que oprimen una serie de naciones sin permitirles
que se den la forma de gobierno que más les convenga.
¿Cómo
podemos votar por un sistema que habla de dignidad y acto seguido atropella
lo más sagrado de la dignidad humana que es la libertad de conciencia
eliminando o pretendiendo eliminar a Dios por decreto? No, señores representantes,
yo no puedo estar con los Colorados, o mejor dicho con su modo de actuar; respeto
su modo de pensar, allá ellos, pero no puedo dar mi voto para que su
sistema se implante por la fuerza en todos los países de la tierra (voces
de protesta). ¡El que quiera ser Colorado que lo sea, pero que no pretenda
teñir a los demás! —los Colorados se levantan para salir
de la Asamblea—.
¡Un momento jóvenes!, ¿pero por qué tan sensitivos?
Pero si no aguantan nada, no, pero si no he terminado, tomen asiento. Ya sé
que es costumbre de ustedes abandonar estas reuniones en cuanto oyen algo que
no es de su agrado; pero no he terminado, tomen asiento, no sean precipitosos...
todavía tengo que decir algo de los Verdes, ¿no les es gustaría
escucharlo? Siéntese (va y toma agua y hace gárgaras, pero se
da cuenta que es vodka).
Y ahora, mis queridos colegas Verdes, ¿ustedes qué dijeron?:
“Ya votó por nosotros”, ¿no?, pues no, jóvenes,
y no votaré por ustedes porque ustedes también tienen mucha culpa
de lo que pasa en el mundo, ustedes también son medio soberbios, como
que si el mundo fueran ustedes y los demás tienen una importancia muy
relativa, y aunque hablan de paz, de democracia y de cosas muy bonitas, a veces
también pretenden imponer su voluntad por la fuerza, por la fuerza del
dinero.
Yo estoy de acuerdo con ustedes en que debemos luchar por el bien colectivo
e individual, en combatir la miseria y resolver los tremendos problemas de la
vivienda, del vestido y del sustento. Pero en lo que no estoy de acuerdo con
ustedes es la forma que ustedes pretenden resolver esos problemas, ustedes también
han sucumbido ante el materialismo, se han olvidado de los más bellos
valores del espíritu pensando sólo en el negocio, poco a poco
se han ido convirtiendo en los acreedores de la Humanidad y por eso la Humanidad
los ve con desconfianza.
El día de la inauguración de la Asamblea, el señor embajador
de Lobaronia dijo que el remedio para todos nuestros males estaba en tener automóviles,
refrigeradores, aparatos de televisión; ju... y yo me pregunto: ¿para
qué queremos automóviles si todavía andamos descalzos?,
¿para qué queremos refrigeradores si no tenemos alimentos que
meter dentro de ellos?, ¿para qué queremos tanques y armamentos
si no tenemos suficientes escuelas para nuestros hijos? (aplausos).
Debemos de pugnar para que el hombre piense en la paz, pero no solamente impulsado
por su instinto de conservación, sino fundamentalmente por el deber que
tiene de superarse y de hacer del mundo una morada de paz y de tranquilidad
cada vez más digna de la especie humana y de sus altos destinos. Pero
esta aspiración no será posible si no hay abundancia para todos,
bienestar común, felicidad colectiva y justicia social. Es verdad que
está en manos de ustedes, de los países poderosos de la tierra,
¡Verdes y Colorados!, el ayudarnos a nosotros los débiles, pero
no con dádivas ni con préstamos, ni con alianzas militares.
Ayúdennos pagando un precio más justo, más equitativo
por nuestras materias primas, ayúdennos compartiendo con nosotros sus
notables adelantos en la ciencia, en la técnica... pero no para fabricar
bombas sino para acabar con el hambre y con la miseria (aplausos).
Ayúdennos
respetando nuestras costumbres, nuestra dignidad como seres humanos y nuestra
personalidad como naciones por pequeños y débiles que seamos;
practiquen la tolerancia y la verdadera fraternidad, que nosotros sabremos corresponderles,
pero dejen ya de tratarnos como simples peones de ajedrez en el tablero de la
política internacional.
Reconózcannos como lo que somos, no solamente
como clientes o como ratones de laboratorio, sino como seres humanos que sentimos,
que sufrimos, que lloramos.
Señores representantes, hay otra razón más por la que
no puedo dar mi voto: hace exactamente veinticuatro horas que presenté
mi renuncia como embajador de mi país, espero me sea aceptada. Consecuentemente
no les he hablado a ustedes como Excelencia sino como un simple ciudadano, como
un hombre libre, como un hombre cualquiera pero que, sin embargo, cree interpretar
el máximo anhelo de todos los hombres de la tierra, el anhelo de vivir
en paz, el anhelo de ser libre, el anhelo de legar a nuestros hijos y a los
hijos de nuestros hijos un mundo mejor en el que reine la buena voluntad y la
concordia. Y qué fácil sería, señores, lograr ese
mundo mejor en que todos los hombres blancos, negros, amarillos y cobrizos,
ricos y pobres pudiésemos vivir como hermanos.
Si no fuéramos
tan ciegos, tan obcecados, tan orgullosos, si tan sólo rigiéramos
nuestras vidas por las sublimes palabras que hace dos mil años dijo aquel
humilde carpintero de Galilea, sencillo, descalzo, sin frac ni condecoraciones:
“Amaos... amaos los unos a los otros”, pero desgraciadamente ustedes
entendieron mal, confundieron los términos, ¿y qué es lo
que han hecho?, ¿qué es lo que hacen?: “Armaos los unos
contra los otros”.
He dicho...
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