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Presidente Maduro: 

Lo que usted ha dicho sobre mi persona no solo es falso, sino que también demuestra que sus asesores lo están empujando por un barranco. No puede ser que su visita al Jefe de la Iglesia Católica y a Roma sea el contexto para que usted opine y califique en falso la historia y el desempeño de un periodista nacional. Mi trayectoria como comunicador no deviene de un golpe de estado, ni de una elección de coyuntura. No ha tenido, tampoco, el soporte del gasto fiscal de ningún gobierno. 

Mis 51 años en la noticia solo han tenido un compromiso: el de la verdad para con mis escuchas, televidentes y lectores. Soy un implacable perseguidor de la noticia, sin importar quién sea el gobernante de turno, llámese Betancourt, Leoni, Caldera, Pérez, Lusinchi, Herrera, Velásquez y Chávez. Y ahora usted.

Entiendo que su molestia -y la de sus incapaces asesores- estriba en mi desempeño sobre la verdad en la lamentable enfermedad y el triste desenlace de la vida del expresidente Chávez. Jamás he trabajado para gobierno extranjero alguno, pero tampoco para ningún partido o ideología política. A usted y a los suyos les irrita, les incomoda que la verdad aflore mas allá de las paredes del Palacio de Miraflores. Pero, presidente Maduro, son tales los desatinos, las mentiras, las corruptelas y las ineficiencias, que es imposible que eso no ocurra. Muchos de su gente, realmente cansados de tanto desatino, son los que de verdad brindan, a periodistas como yo, información que demuestra el fraude de esta falsa revolución.

Como periodista nunca le he temido a la palabra, al diálogo, a asumir riesgos buscando una noticia. Pero jamás, nunca en mi vida, una palabra mía ha servido para que intereses extranjeros saquen provecho de nuestro presente o destino, como si tiene usted sobrados ejemplos de cómo lo han hecho muchos de sus seguidores para el régimen castrocomunista.

Le repito, se equivoca usted presidente Maduro y le recomiendo se ponga en alerta roja en relación a los incapaces asesores que le pusieron en su diálogo en el extranjero que Nelson Bocaranda Sardi, nativo de Boconó, estado Trujillo, casado, con dos hijos, residenciado en Caracas y con cédula de identidad que bien conocen, le haya vendido su conciencia venezolanista a una potencia extranjera. 

No soy ni jamás seré un Mario Silva, que con convicción, impunidad y apoyo del estamento militar le entregó abiertamente secretos de Estado venezolano al régimen de los Castro. 

Definitivamente, presidente Maduro, para nada le sirvió la bendición que usted le pidió al Papa Francisco y que éste de inmediato le otorgó. A los pocos minutos usted ha vuelto a mentir. La información que yo recabo tiene como fin informar al pueblo en el marco del derecho que tienen de conocer el acontecer nacional y en ningún caso reportar elementos de seguridad del Estado a gobierno o potencia extranjera alguna. Mas claro no canta un gallo. Mis columnas, programas de radio y televisión, página web y comentarios son claros, diáfanos, veraces y oportunos a pesar de que algunos se molesten…

Repite y repite

Nicolas Maduro

Ayer Maduro me confirmó o la ignorancia suya o la de sus asesores cuando me señaló de ser “un agente del Departamento de Estado, de  la CIA y del gobierno de Estados Unidos desde el primer período del presidente Carlos Andrés Pérez”.

Volvió a acusarme de haber desatado la quema y destrucción de los CDI algo harto explicado -y claramente demostrado que nada ocurrió en el que yo denuncié (Gallo Verde, La Paz, Maracaibo) ni en ninguno otro por esa razón- y que con las grabaciones escuchadas se descubrió que todo fue un montaje del inmoral Mario Silva y el censor ministerial Ernesto Villegas para amedrentarme a mi y a otros colegas que con la verdad en la mano hemos denunciado, con pruebas, la ineficiencia, el despilfarro y la corrupción en estos 14 años.

Insisto que no me perdonan en el alto gobierno -las grabaciones de Silva y de Ruperti lo reconfirmaron- que tuviera la verdad en la mano de la situación real de la enfermedad del presidente Chávez. Tan cierto estaba en ello que el propio caudillo me hizo saber en julio de 2012 -por una vía que estaba en la isla de Cuba- que había sido exacto y correcto con mi información. De allí la rabia de los cagatintas rojos que desde ese entonces venían montándome cacería moral y profesional. No tengo nada que esconder. Mi hoja profesional está a la vista.

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