Por Marianna Párraga
Más de uno se quejará de los “groseros subsidios” que abundan en el país, pero a la hora de llevar el carro a la estación de servicio, los venezolanos solemos frotarnos las manos al ver el numerito que arroja el surtidor.
Venezuela posee el récord mundial de la gasolina más barata del mundo, pero todos sabemos que el irrisorio monto que con un dejo de lástima entregamos el islero no alcanza ni para pagarle a los empleados de la estación el sueldo mínimo que perciben.
El año pasado el mercado interno de combustibles venezolano marcó un nuevo hito: los dueños de las estaciones dejaron de pagar la gasolina que expenden porque su margen de ganancia promedio –de donde salen los salarios de los trabajadores y los costos de mantenimiento y servicios de la estación– sobrepasó el precio de venta de la gasolina.
De esa manera, ahora Petróleos de Venezuela se ve en la obligación, que suele cumplir con retraso, de pagar a la estación mensualmente el diferencial causado por el margen de ganancia. En términos prácticos, Pdvsa les paga a las gasolineras por darnos el derecho de llenar el tanque. El próximo paso en la cadena de subsidios tal vez sea darle un cheque de regalo cada vez que usted vaya a la bomba.
Pdvsa aborda poco el tema del mercado interno. Las respuestas de sus directivos denotan impotencia cuando un periodista indaga sobre el increíble subsidio. Hubo una época durante el gobierno de Hugo Chávez en que desde las alturas se argumentaba que los precios seguirían congelados hasta que el gas vehicular se consolidara como una opción, pero esta alternativa no llegó y del aumento de precios de la gasolina no se volvió a hablar.
La semana pasada el ministro de Petróleo, Rafael Ramírez, dijo que el precio de venta a Colombia se incrementó a 4,90 bolívares por litro, lo que apenas permitirá a Pdvsa cubrir los costos de producción y conservar una “ganancia mínima”. En esa frase, el ministro reveló bastante.
Tomando como referencia el costo del transporte terrestre a través de la frontera y los márgenes que perciben los transportistas y comercializadores de combustibles en el territorio nacional, se puede calcular que producir y colocar un litro de gasolina en una estación venezolana ronda unos 4,16 bolívares por litro, mucho más de lo que los expertos calculaban.
Este número es todo un hallazgo porque las distorsiones que han introducido los controles de cambio y de precios en la economía venezolana dificultan tener a la mano un cálculo actualizado.
A esto deben añadirse los abultados costos de importar con regularidad componentes y combustibles terminados a precio internacional, las dificultades logísticas que se desprenden de los constantes incendios y problemas en el circuito nacional de refinación, la carencia de suficientes cisternas, el incremento del costo de mano de obra en las estaciones y el reciente costo de automatización de las estaciones fronterizas.
Si los venezolanos pagáramos lo que le cuesta a Pdvsa producir la gasolina que nos provee, llenar el tanque de un carro pequeño con 40 litros de gasolina costaría unos 170 bolívares. Saque la cuenta de cuánto significaría eso para su bolsillo mensual y considere además que este mes probablemente también se entere de cuál es el verdadero costo de la electricidad, que ya acumula once años de congelación.
La intención de este artículo no es crear alarma. De hecho, sólo en Estados Unidos, un país que tenemos bastante cerca y cuyos precios de los combustibles de uso automotor se consideran “competitivos” para el estándar mundial, el precio del litro de gasolina regular de menor calidad (87 octanos) está en este momento en un promedio de 3,3 dólares por galón, es decir, unos 5,6 bolívares por litro al tipo de cambio oficial. Seguimos saliendo baratos.
Los subsidios casi siempre se muerden la cola. En algún momento se tendrá que incrementar el congelado precio de la gasolina, que ya tiene 15 años de inamovilidad. Conforme pasa el tiempo, idear fórmulas para ejecutar esta decisión sin castigar al usuario es cada vez más difícil.
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