domingo, 12 de diciembre de 2010

Julian Assange, el señor de los secretos que humilló a Washington

El australiano, que fundó WikiLeaks, cambió las reglas de la diplomacia y el periodismo modernos.

WILSON VEGA La historia que han repetido con una mezcla de asombro y miedo periodistas, académicos y políticos de todo el mundo comenzó en 1991, en una corte australiana.

Ante el juez acudió un joven desgarbado, con el cabello largo de un tono áureo, casi blanco. Con la misma vocecita que hace de sus raras entrevistas un desafío al oído, Julian Assange -que por entonces tenía 20 años- se declaró culpable de 26 cargos de acceso ilegal a una red electrónica (Nortel) y se convirtió en el hacker más famoso de su país.

Casi 20 años después de su paso por la corte, en donde el juez elogió su "inteligente curiosidad", la fama de Assange ya no es sólo nacional. Dependiendo de quién lo describa, el australiano es hoy un héroe global de la causa por la libertad de información o una amenaza real a la seguridad nacional de países como Estados Unidos.

En repetidas oportunidades, Assange se ha descrito, en entrevistas con medios como la revista Time, como "un periodista, un editor y un inventor". Lo de inventor alude a su voto público por "crear una máquina que resuelva de una vez por todas el problema de la censura a la prensa y las trabas a quienes hacen denuncias en el mundo de la administración pública o corporativa".

En diciembre del 2006 puso a funcionar lo que para muchos es esa máquina: WikiLeaks, un sitio web dedicado a recibir, de manera segura y anónima, documentos que destapan lo que las empresas, los bancos y los gobiernos no quieren que el público sepa. Assange ha explicado que su objetivo fundamental es asegurarse de que delatores y periodistas estén protegidos contra cualquier forma de represalia legal al no ser ellos quienes obtienen la información.

'Abrimos gobiernos'

El primer artículo 'filtrado' por WikiLeaks (nombre que podría traducirse como 'WikiFugas') destapó la orden que dio un prominente líder político de Somalia para matar a varias figuras del gobierno.

En algo menos de dos años, el sitio, que opera con el lema 'We open governments' ('Abrimos gobiernos') llegó a albergar más de un millón de documentos alimentados de manera anónima por informantes de todo el mundo.

A pesar de ello, y aunque en el 2007 una de sus historias sobre la corrupción en Kenia dio lugar a una galardonada serie de informes en el diario británico The Guardian, Assange no estaba satisfecho con el tímido impacto de sus filtraciones en los grandes medios.

Pero eso cambió este año, cuando el sitio -y con él, Assange- alcanzó fama global al revelar 'Asesinato colateral', un video de casi 40 minutos en el que se aprecia cómo la tripulación de un helicóptero Apache de las tropas estadounidenses abre fuego contra un grupo de once iraquíes desarmados, entre los que se encontraban dos periodistas de la agencia Reuters.

La agencia de noticias había pedido repetidamente al Pentágono acceso al material de video, grabado el 12 de julio del 2007. El mundo sólo lo conoció cuando Assange lo obtuvo y lo publicó en su sitio, sin editar. Más tarde, en agosto, WikiLeaks volvió a sacudir a Washington al diseminar miles de 'diarios' o bitácoras de operaciones de las tropas de EE. UU. en Irak y Afganistán.

Con todo, el golpe de gracia llegó en diciembre, cuando WikiLeaks anunció que haría públicas más de 250.000 notas diplomáticas que las embajadas y consulados de EE. UU. dirigieron al Departamento de Estado de EE. UU. En lo que la prensa internacional ha descrito como el '11-S de la diplomacia', los cables han causado no poca vergüenza a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, y a sus antecesores.

La semana que termina, uno de esos documentos reveló un listado de docenas de sitios estratégicos para la seguridad nacional de EE. UU., lo que fuentes de Washington -dijeron- equivale a darle una lista de blancos a Al Qaeda. Assange ya anunció que a comienzos del próximo año revelará miles de documentos secretos de un gran banco estadounidense, que se rumora sería el Bank of America.

El contraataque

Pero, mientras su sitio sigue dando noticias todos los días (hasta el momento ha sido revelado al público menos del uno por ciento de los más de un cuarto de millón de documentos filtrados), Assange se halló convertido él mismo en noticia.

La furiosa respuesta de Washington lo volvió un fugitivo, para quien columnistas de la derecha radical en EE. UU. llegaron a pedir la cadena perpetua o, incluso, la inyección letal. A pesar de ello, los cargos en su contra por ser la cara visible de las filtraciones no parecen, en este punto, tener un fundamento sólido.

Por eso, lo que terminó llevándolo a la cárcel, tras su entrega a las autoridades londinenses, fue un bizarro proceso de la Fiscalía sueca, por supuestos abusos sexuales a dos mujeres que, según trascendió esta semana, no planeaban presentar cargos en su contra.

'Exquisitamente vulnerables'

El coletazo de las revelaciones de Assange desató reacciones de empresas como Amazon, que se negó a albergar los documentos en sus servidores; o como PayPal, Visa y Mastercard, que dejaron de recibir donaciones para WikiLeaks.

Un banco suizo congeló los activos de la organización y hasta la empresa que proveía su dominio en Internet la rechazó, por lo que hoy la dirección WikiLeaks.org ha dejado de estar activa.

Lejos de haber terminado, el episodio del 'cablegate', como bautizó la prensa mundial a las filtraciones, habla de la monumental tarea que es mantener secretos en una época que gira, precisamente, en torno de la casi permanente capacidad de transmitir información de manera inmediata e irrestricta.

Muchos analistas han observado que las filtraciones de hoy surgen, precisamente, de las acciones que se tomaron para impedir que se repitieran errores de comunicación, como los que hicieron posible que Al Qaeda ejecutara los ataques del 11 de septiembre del 2001 porque, según se determinó entonces, las agencias de seguridad disponían de datos útiles, pero no los intercambiaban entre ellas.

Se crearon redes más eficientes, pero aumentaron también las posibilidades de que datos clasificados llegaran a manos de alguien como Julian Assange, dispuesto a revelarlos.

Así lo explicó alguna vez en un ensayo: "En un mundo en el que las fugas de información son fáciles, los sistemas secretos o injustos tenderán hacia la apertura y la justicia. Como los sistemas injustos, por su naturaleza, inducen a la aparición de opositores, las filtraciones masivas los hacen exquisitamente vulnerables a aquellos que buscan remplazarlos con formas más abiertas de gobierno".

Assange, que cedió temporalmente la administración de WikiLeaks mientras hace frente a los cargos en su contra -algo que sus seguidores describen como una persecución- ha dicho que no cejará en su esfuerzo.

Para él, la ecuación es simple: más transparencia equivale a menos corrupción. Su filosofía se resume en esta idea: "Sólo la injusticia revelada puede ser contestada. Para que el ser humano pueda hacer cualquier cosa inteligente, primero tiene que saber qué está ocurriendo en realidad".

EL TIEMPO


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