Suele
hablarse de causa-efecto, pero pocas veces se analizan las situaciones en
sentido inverso; vale decir, efecto-causa.
He aquí
algunos efectos:
Ausencia de libertad
Chantajes
Confinaciones
Confiscaciones
Control de medios
Corrupción
Delación
Depauperación
Economía ruinosa
Elecciones controladas o inexistentes
Emprendimiento coartado
Escarnio
Exclusión
Expropiaciones
Falsos positivos
Hegemonía
Homicidios planificados
Impunidad
Masacre
Mendacidad como norma
Palizas
Policía política
Presos políticos
Prevaricación
Sectarismo
Secuestros
Sindicatos controlados
Tortura
Tribunales sumisos
Usurpación
Violación de intimidad
Violación de Leyes
Son efectos anotados “al rompe”, según venían al escribirlos, pasados
luego por el alfabetizador de la computadora. Es seguro que se podrán añadir
otros más, pero todos ellos tienen una misma connotación negativa y una misma
causa: comunismo.
Solamente un régimen político como el comunismo, desde Lenin hasta
Maduro Moros, es capaz de acumular tanta negatividad sin que sus nomenclaturas
pestañeen.
La última muestra es la última jugada que el comunismo internacional
(no excluir aquí a Vladimir Putin) pretende con el servilismo del 80% del
Consejo Nacional Electoral (CNE) y el rastacuerismo del tribunal supremo de
justicia (TSJ), exhibido sin pudor en el acto de inicio del llamado “inicio del
año judicial”.
Llamar el CNE a una “legalización de los partidos políticos” solo se
puede hacer desde la impunidad que gozan cuatro “señoras” que se molestan
porque se les entrecomille y exigen respeto a un proceso recién experimentado
por el comunismo en Nicaragua, con aspiraciones a imponerlo en Venezuela.
El Comunismo Nacional Electoral ya ha dado el primer paso “legal” para
que, con unas exigencias de “legalización de partidos”, en Venezuela nunca más
se celebren elecciones libres, a menos que… el elector simple, quien es el
primer interesado en rescatar unos niveles mínimos de democracia, para
elevarlos luego, se agrupe ordenadamente y, ¿por qué no?, también críticamente,
alrededor de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), guste o no, la única
plataforma viable para encarar a una plataforma del comunismo tan inmoral y
reacio a la corrección, como cruel e incompetente.
Claro; lo que se necesita también es que la MUD, sus componentes y,
sobre todo los ciudadanos de a pie que quieren votar asuman y declaren
públicamente, reconociéndose entre ellos, que tienen que encarar a un proyecto
del comunismo que, para comenzar, es más débil que el Muro de Berlín, el
régimen de Erich Honecker y los hijos de la gran Stasi que asesoran al tío de
los sobrinos.
Todos los efectos que se mencionaron anteriormente no pueden tener sino
una causa común posible y ninguna otra: el comunismo. El ciudadano común lo
sabe o lo percibe, pero los partidos políticos muy raramente se comportan en
consecuencia.
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