Ella era hermosa y era buena,
con la hermosura de una diosa
y la bondad pura y serena
de una mujer buena y hermosa .
La sonreí... Nos sonreímos.
Se me acercó... Nos acercamos.
La comprendí... Nos comprendimos.
Me celebró... Nos celebramos.
Pero el mundo dijo que aquel era amor
y toda mi dicha se trocó en dolor.
Como a la flor la mariposa,
como a la brisa la azucena,
así la quise. Ella era hermosa,
ella era hermosa y era buena.
Yo me gozaba en su hermosura
y ella mi ingenio celebraba.
Nuestra amistad era bien pura
y nada nos atormentaba.
Pero el mundo dijo que aquel era amor
y toda mi dicha se trocó en dolor.
Yo no podía estar sin ella:
juntos pasábamos el día.
Yo la miraba, ¡era tan bella!
Yo la miraba, ella me oía.
Nuestros discursos eran graves,
nunca el amor apuntó en ellos.
(Nunca aludí a sus manos suaves
ni a la luz de sus ojos bellos.)
Pero el mundo dijo que aquel era amor
y toda mi dicha se trocó de dolor.
Yo la quería, dulcemente:
era un querer como un ensueño.
La habría amado locamente
si no hubiera tenido dueño.
Pero era esclava de un esposo
y nunca habría ser mía
y por eso era yo dichoso
con el querer que la tenia.
Pero el mundo dijo que aquel era amor
y toda mi dicha se trocó en dolor.
Una mañana nebulosa
me separé con honda pena
de esa mujer buena y hermosa
como una diosa hermosa y buena.
Ella se fue... Pero yo sigo
queriéndola como en un sueño.
Su imagen va siempre conmigo
y de esa imagen soy el dueño.
Y ahora mi alma piensa en su dolor:
¡Bien decía el mundo que aquel era amor!
Manuel Magallanes Moure
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