La Fiscalía y los tribunales están ocupados persiguiendo a la disidencia política, obispos…
Aunque Chávez ha estado en campaña desde que arribó al poder hace once años -lo cual significa que ha estado en guerra de insultos y persecuciones más de una década- la partida “oficial” para las parlamentarias del 26S la comenzó con un berrido feroz a través del cual ordenaba a sus secuaces “la demolición de la oposición”. El DRAE define “demolición” como la “acción y efecto de deshacer, derribar, arruinar”. El Larousse indica que es “derribar o destruir una construcción”.
No pasó por su enfurecida mente que millones de electores han escapado de su redil, hartos de que el hampa actúe con abierta impunidad asesinando a casi 20 mil venezolanos al año (según el estudio de 2009 del INE sobre victimización) y secuestrando a casi 30 mil. Esos graves delitos no reciben castigo porque la Fiscalía y los tribunales están ocupados cumpliendo las órdenes oficiales de perseguir a la disidencia política, obispos, empresarios, sindicatos, universidades y Ongs. La convicción de que nunca ha estado tan cerca de ser derrotado como este 26S, desata en Chávez esa furia enloquecida que le hace perder la maquiavélica lógica insuflada por su mentor Fidel Castro. Así que en vez de “demoler” al hampa, la guerrilla colombiana en Venezuela, la inflación que demuele los salarios, las enfermedades endémicas extendidas como la verdolaga mientras el envilecido comandante grita que no dará un centavo a los hospitales de alcaldías y gobernaciones en manos opositoras (los casos de malaria aumentaron el 90% desde enero); o en vez de demoler el desempleo causante de la fuga de las filas rojas y estimular al sector privado generador de puestos de trabajo, Chávez solo piensa en la “demolición” de quien se resiste a sus prácticas totalitarias y en reeditar el modelo cubano.
Chávez ha resumido en la palabra demolición sus once años en el poder. Chávez no ha construido, sino demolido. Su gobierno -con recursos superiores a los de todos los que le antecedieron- ha construido menos de la cuarta parte de las viviendas edificadas por el peor de los gobiernos anteriores. Ha demolido la agricultura con los otrora encapuchados, quienes, con el rostro descubierto ahora, destruyen cosechas y convierten fincas productivas en tierra arrasada. Por eso Venezuela importa hoy más del 60% de los alimentos que consume. La demolición ha sido tal, que Venezuela pasó de exportadora a importadora de acero, prueba material de la destrucción de las empresas de Guayana, incluida Sidor, a la que Chávez estatizó cuando exportaba cientos de miles de toneladas de acero y hoy está quebrada. Quien nos está vendiendo acero es Colombia, país que antes importaba el acero venezolano. Fue la Siderúrgica Paz del Río (con capital brasileño) la que vendió por primera vez a Venezuela cinco mil toneladas de acero, hecho que el director de la empresa calificó de “histórico, porque siempre había sido Venezuela el país exportador de acero a Colombia”. Cuidado si Venezuela no acaba importando petróleo de Colombia, país que en breve alcanzará un millón de bpd, gracias a los técnicos expulsados de Venezuela por Chávez, como está ocurriendo con el gas y la electricidad. Antes 1999, Enelven del Zulia vendía electricidad a Maicao y otras zonas colombianas y hoy el Zulia es víctima de los apagones y de la escasez de gas, a pesar de las bravatas de Chávez sobre nuestras cuantiosas reservas gasíferas. La demolición de Pdvsa está en marcha hace tiempo. Además de los préstamos chinos con cargo a la venta de petróleo a futuro por $ 30 mil millones y los préstamos a Rusia para comprar chatarra como los helicópteros rusos que han causado la muerte de 27 militares venezolanos (sin que Chávez informe al país de las causas de tantos accidentes mortales) está la entrega de nuestra soberanía en la Faja que tanto criticó Chávez respecto a la apertura petrolera. Pdvsa sigue emitiendo bonos de deuda y su producción sigue cayendo. Expertos advierten que pronto caerá en cien mil barriles diarios más.
La prensa internacional da cuenta de que Venezuela es el único país petrolero con una crisis sólo explicable a la luz de la corrupción y de un gobierno incapaz y estimulador de la violencia. “Venezuela se pudre”, escribe Gina Montaner en El Mundo de Madrid, a propósito de las imágenes de la Morgue de Caracas y de Pudreval. Por eso cuando Chávez ordena “demoler a la oposición” y obedecen la GN y las huestes rojitas arremetiendo con gases lacrimógenos contra los pacíficos opositores, no lo interpretemos como un signo de fuerza, sino de debilidad de quien se sabe perdedor. Así que vayamos a votar en masa por un Parlamento que escuche al pueblo y no por el que obedezca a las órdenes de su exterminador.
PD: Caballero y sereno como pocos, Pedro Penzini quedará siempre en el recuerdo de quienes lo amamos.
mcolomina@gmail.com
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